LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EN LAS PYMES

2 de septiembre del 2006 | por Santiago Macias H.*

Todos de alguna manera sentimos que en los últimos años las reglas del juego cambiaron: la economía se abrió, los consumidores son cada vez más exigentes, los clientes y empleados menos fieles y la competencia más creativa y dinámica.

La globalización se ha convertido en tema obligado en las conversaciones; existen fervientes defensores de la globalización como el único camino viable así como quienes la culpan de los males del siglo XXI. Es frecuente escuchar que tal negocio creció (o cerro) por la globalización.

Sin embargo aun no conozco a nadie que se queje de tener más opciones de compra en el mercado o de que su ropa sea de mejor calidad, efectos ambos de la globalización, entre otros factores. El problema no parece ser la globalización en si misma sino la falta de valores en algunas organizaciones que realizan prácticas indebidas.

En buena medida la crítica a la globalización es causada por la expectativa de la población de lograr una mejoría en la calidad de vida de la mayoría, de revertir el deterioro ambiental y de dar mayor transparencia a los gobiernos y empresas.

Debemos reconocer que en muchos segmentos de la población estas expectativas no han sido ni aun medianamente satisfechas. Aun más, en algunos casos las diferencias entre los distintos estratos sociales no sólo no se han reducido sino que incluso han aumentado.

Por otra parte, también muchos empresarios están desencantados: la globalización hace difícil competir y sienten que pierden clientes; que sus posibilidades de crecer en ventas y empleo son remotas. Nuevamente la globalización como un mundo nuevo de oportunidades para el crecimiento y desarrollo de sus empresas no siempre se ha hecho realidad.

Al menos en parte, este desencanto por la globalización se debe a la inadecuada solución que ciertas empresas le han dado a los dilemas éticos que enfrentan y que impactan directamente sobre su imagen pública así como su competitividad: p.e. la necesidad de dar respuestas rápidas a la solicitud de los clientes, explorando nuevos negocios sin el suficiente análisis; los choques culturales provocados por fusiones o asociaciones; la aparición de nuevas tecnologías que nos obligan a trabajar a distancia, sin contacto personal, lo que nos induce a olvidar que detrás de la máquina hay también “personas”; la filosofía que parecen inducir los mercados e inversionistas que a veces aprecian más las utilidades a corto plazo que la integridad o sustentabilidad de una empresa; los recortes de gastos que obligan a tomar decisiones “dolorosas pero necesarias”, entre muchas otras condiciones que parecen enfrentar las obligaciones como ejecutivo con las obligaciones como miembro de la comunidad.

Otro efecto de la globalización ha sido la fluidez de las comunicaciones; hoy si alguno de nuestros clientes, el gobierno o la sociedad civil identifica un problema ético en nuestra empresa, con la actual velocidad de acceso a la información y la proclividad de los medios por estos temas prácticamente de inmediato el problema será conocido por la mayoría de nuestros clientes actuales y potenciales así como de los posibles socios e inversionistas.

Los costos de una mala reputación son muy altos; a las multas y penalidades legales o las denuncias o litigios derivados, se suma que nadie desea ser asociado con una organización que no es capaz de soportar con éxito el riguroso escrutinio de sus responsabilidades sociales.

Para enfrentar esto, una de las respuestas ha sido la RESPONSABILIDAD SOCIAL. Esto es, el compromiso voluntario de cumplir con principios éticos de gestión empresarial y contribuir a la solución de retos sociales.

Se trata de incorporar prácticas concretas y constantes en la planeación estratégica del negocio; en los temas de integridad, transparencia, comercio ético, protección del medio ambiente, respeto a derechos humanos y laborales; es buscar que una empresa sea un FACTOR DE MEJORA PARA SI Y SU COMUNIDAD. Es este marco de “BUEN COMPORTAMIENTO” en todos los ámbitos, en el que se entiende la responsabilidad social de las empresas. Entre otras cosas, se buscan relaciones más confiables y duraderas que permitan elevar la competitividad, lo cual requiere necesariamente la práctica de valores compartidos.

Con frecuencia cuando hablamos de la Responsabilidad Social muchos pensamos en las grandes organizaciones, desde luego que en ellas esto es muy importante, pero no debemos olvidar que en México (y aun más en otros países de Latinoamérica) 7 de cada 10 empleos los generan las micro, pequeñas y medianas empresas. Es en ese sector con el que la mayoría de la población se relaciona cotidianamente y en el que espera ver reflejada la mejoría que la globalización prometió.

Existen numerosos esfuerzos para apoyar a las organizaciones en esta tarea; destacan la declaración de las Naciones Unidas (Pacto Mundial)) o los trabajos en México para la formulación de una norma voluntaria sobre Responsabilidad Social e Integridad en las organizaciones.

Con el objeto de generar un intercambio de experiencias prácticas entre empresas, el COMPITE, la Secretaría de Economía y la CONCAMIN en coordinación con organismos públicos y privados interesados en el tema, organizan anualmente el Congreso Internacional de Responsabilidad Social en México cuyas memorias pueden ser consultadas en la pagina www.compite.org.mx. Este año el IV Congreso será el próximo 15 de Noviembre en el WTC de la Cd. De México, con el tema Responsabilidad Social: Para crecer juntos empresa y sociedad.

* Coordinador General del COMPITE, A.C. smacias@compite.org.mx




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