ESTUDIO DE KPMG REVELA EL PERFIL MÁS COMÚN DEL DEFRAUDADOR DE EMPRESAS

2 de junio del 2007 | por Rodolfo Serralde Solórzano

· Los defraudadores se aprovechan de controles internos débiles e inadecuados en la empresa.
· Los delitos se descubren comúnmente a través de avisos anónimos.
· Tanto grandes compañías como las de menor tamaño pueden verse afectadas por un caso de fraude.

En la mayor parte de los casos de fraude investigados por KPMG, los quebrantos son cometidos por la gerencia o la alta dirección de las propias empresas. Ésta es una de las conclusiones del estudio El Perfil del Defraudador 2007, llevado a cabo por KPMG International, firma multidisciplinaria que provee servicios profesionales de Auditoría, Impuestos y Asesoría. Se trata del primer estudio que analiza el perfil del defraudador con base en casos reales ya resueltos. El estudio pone de manifiesto que el defraudador suele aprovecharse de controles internos inadecuados, provocando cuantiosos daños materiales e inmateriales a las empresas afectadas.

El informe, basado en 360 casos de fraude resueltos por KPMG, señala el perfil del defraudador como un varón de entre 36 y 55 años de edad, en una posición gerencial o directiva, con más de seis años de antigüedad en la empresa y que trabaja principalmente en el área financiera.

El perfil típico del defraudador es similar en las diferentes regiones del mundo comprendidas en el estudio. El 85% de los defraudadores de empresas son hombres. En el 67% de los casos investigados, el fraude fue detectado hasta un año después de haber sido cometido y los tipos de fraudes más comunes son la alteración de estados financieros (20%) y la apropiación o uso indebido de efectivo (22%). En cuanto a las causas atribuidas a la comisión del delito de fraude, KPMG ha encontrado que en un 47% los fraudes se cometieron por razones de avaricia por parte del perpetrador del quebranto. En estos casos, el deseo de mejorar la posición económica, de poder o de influencia, fueron los motivos que llevaron al defraudador a cometer su ilícito. La segunda causa más común en la ejecución de los delitos de fraude se relaciona con los inexistentes o deficientes mecanismos de control y rendición de cuentas por parte de las empresas afectadas.

Este perfil se ha elaborado a partir de un estudio de los perfiles de autores de fraudes financieros. Dicho estudio se realizó con base en los casos que fueron confiados a distintos departamentos del área de Forensic (Investigación del Fraude y Asuntos de Litigio) de la red de KPMG en Europa, Oriente Medio y África. En este sentido, cabe destacar que las fuentes de información utilizadas en este estudio no se seleccionaron de forma aleatoria, ni se basan en una encuesta, sino que se retoman de los expedientes de investigaciones realizadas por KPMG en los últimos años.

Arturo del Castillo, Gerente del área de Forensic de KPMG en México, señala “para el caso de México los datos estadísticos con los que contamos son muy consistentes con los que se reportan en el estudio El Perfil del Defraudador 2007. En los casos que hemos atendido aquí, el defraudador también suele ser un hombre de entre 35 y 45 años, que tiene entre cuatro o cinco años de antigüedad en la empresa, con un nivel educativo alto y ubicado en una posición gerencial o directiva. Esto implica que en muchos casos en los que intervenimos, el defraudador ha tenido acceso a información confidencial y, por tanto, le resulta más fácil esquivar los controles internos, cuando los llega haber”.

De acuerdo con el estudio de KPMG, el defraudador suele ser un delincuente recurrente. En el 91% de los casos investigados, el autor había cometido varios delitos antes de ser descubierto. Los delitos se cometen casi siempre durante un periodo de tiempo prolongado y suelen involucrar varias transacciones fraudulentas. En efecto, en el 35% de los fraudes investigados por KPMG el defraudador cometió mínimo 10 quebrantos antes de ser descubierto.

Imagen pública y consecuencias del fraude

El fraude es una cuestión altamente sensible para las empresas afectadas, lo cual se pone de manifiesto en las reacciones que éstas tienen ante los casos de fraude: dos de cada tres compañías mantienen en secreto o dan a conocer información incompleta al respecto. “Los empleados, las autoridades o los medios de comunicación rara vez son informados por temor a la imagen negativa que se pueda proyectar o por los obstáculos legales que en ocasiones enfrentan las empresas para denunciar este tipo de delitos, como juicios demasiado prolongados o marcos jurídicos poco claros”, señaló del Castillo.

De acuerdo con del Castillo “el fraude puede tener efectos no sólo económicos sino también suele afectar la confianza entre los empleados y los inversionistas y, cuando se tiene un mal manejo de crisis, incluso pueden existir repercusiones negativas en la imagen de la empresa que originen, por ejemplo, pérdidas de contratos. Por tanto resulta necesario que las empresas tomen en serio este tipo de problemas y consideren que muchas veces un programa preventivo de fraudes y conductas impropias puede ser mucho más rentable y eficaz”.




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