EL ARTE DE ELEGIR UN VINO: INTUICIÓN, ENCUENTRO Y REVELACIÓN

11 de junio del 2025 | por Natalia Von Retteg
Desde tiempos remotos, el vino ha sido más que una bebida: un símbolo de celebración, transformación y espiritualidad. Dionisio, en la mitología griega, lo encarna como éxtasis y liberación; en la tradición cristiana, es alegría y bendición divina, con el milagro de Caná como testimonio de renovación.
A lo largo de los siglos, ha sido un puente entre lo sagrado y lo cotidiano, entre la tradición y la modernidad.
Su elaboración es una alquimia de paciencia y precisión. La uva, fruto de la tierra, se transforma en vino a través de reacciones químicas y elecciones que definen su evolución.
Pero más allá de la técnica, el vino es memoria y emoción. Su aroma despierta recuerdos, su textura revela el paso del tiempo, su esencia habla de quienes lo crearon: un sorbo nos lleva a una bodega donde el aire huele a madera envejecida, o a una celebración en la que el vino une generaciones. Su poesía radica en la manera en que convierte lo ordinario en revelación.
Y, sin embargo, cuando llega el momento de elegir un vino, la magia parece diluirse entre etiquetas y descripciones técnicas que exigen conocimientos previos. ¿Cómo elegirlo sin perderse en su universo? La respuesta está en la intuición y la curiosidad. No es necesario comprender cada variedad ni dominar su crianza; basta con atreverse a descubrir.
El vino es un diálogo sin fórmulas. No se elige por reglas rígidas, sino por la sensación que deja. Un blanco vibrante para la celebración, un tinto envolvente para la introspección, un vino ligero que acompaña una conversación pausada. No hay certezas, solo la disposición a escuchar lo que cada vino tiene para revelar.
Porque el mejor vino no es el más caro ni el más premiado, ni siquiera el que simplemente agrada al paladar. Es el que desafía las expectativas, el que exige atención, el que en cada sorbo descubre algo nuevo sobre sí mismo y sobre quien lo bebe. No es una elección cómoda, sino una invitación a dejarse sorprender.
Así que elige un vino, deja que te cuente su historia y permite que transforme la manera en que lo percibes. Porque el vino se aprende y se aprehende con cada copa, con cada descubrimiento, con cada matiz que antes pasaba desapercibido.
Y al mismo tiempo, se vive: en la conversación que lo acompaña, en el instante que se vuelve recuerdo, en la conexión que crea sin necesidad de palabras.
Aprenderlo es entender su profundidad, vivirlo es dejarse llevar por su misterio.
Acerca de la autora:
Natalia Von Retteg es fotógrafa y winelover.
Fb/Ig: @BenVolere X: @b_vinos