LA FELICIDAD EN 10 MINUTOS

FELICIDAD

16 de enero del 2016 | por Jesús Gallego

La felicidad es una decisión.
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Jesús Gallego

Definir la felicidad es todo un reto, y hoy voy a asumirlo, pues definir es acotar y, cuando delimitas lo que significa la felicidad, en el fondo estás diciendo a alguien que, aunque piense que es feliz, desde tu perspectiva, realmente no lo está siendo, y eso no te hace muy popular. Pero por otra parte, creo que si no delimitamos algo que ya es de por si muy subjetivo, podemos caer fácilmente en la incoherencia. Hace muchos años, alguien me decía: “Jesús, tú eres feliz disfrutando y yo lo soy llorando (se refería a sufriendo)” y, sinceramente, aunque creo que la felicidad se puede encontrar en todas las circunstancias, no reo que la felicidad sea elegir el sufrimiento y el dolor.

Y de ahí quisiera arrancar con lo que entiendo que es la felicidad: una decisión.  Y nos surge la primera pregunta, ¿por que tenemos que decidir ser felices si es un anhelo universal?, ¿alguien desearía no ser feliz? Mi respuesta es que sí, todos deseamos ser felices, pero decidir no es sólo una toma de postura, es la suma de la elección y la acción y, el hecho de que esté clara la elección, porque es beneficiosa para nosotros, no significa que la vayamos a llevar a cabo. De ahí surge el problema de la gratificación inmediata: elegimos hoy lo menos beneficioso, pero también fácil, cómodo y placentero, frente al mañana más saludable, deseable y coherente con nuestros objetivos a largo plazo. Y es que la felicidad es un negocio a largo plazo también.

Por tanto, la felicidad no es sinónimo de placer o de diversión. A ambos términos los incluye, pero no se queda sólo en eso, la felicidad es algo más profundo. Va más allá del hedonismo y la emoción positiva del momento y, la mayor  parte de los casos, tiene que ver más con el sentimiento, algo creado y propio. Así que cuando llegan los buenos momentos – momentos felices – serán sólo parte de nuestra felicidad, la otra cara es lo que llamará Dan Gilbert, la felicidad sintética, es decir, la felicidad construida, creada por nosotros mismos: fabricada desde nuestros significados, gestionada a través de nuestra atención y asentada en un claro sentido y propósito.

Así pues, necesitamos de ese pilar de la felicidad, que es la emocionalidad positiva, con el disfrute, la diversión, el placer. Y en este punto, es bueno recordar las palabras de Nathaniel Branden, nombrado tantas veces como el padre de la autoestima: “El placer para el ser humano, no es un lujo, sino una necesidad psicológica profunda”. De ahí que el voluntarismo, el hacer las cosas sólo porque es lo que hay que hacer, por imperativo categórico, será una clara limitación a nuestra felicidad, desde este concepto que les estoy compartiendo.

El otro pilar necesario y que equilibra mi concepto de felicidad, es el propósito: el sentido y significado que damos a nuestras acciones y a nuestra vida. Creo que una vida sin propósito, es difícil que sea una vida plenamente feliz.  Habrá momentos de felicidad, como decíamos antes, pero será más difícil que sea una felicidad más extensa, más constante, más profunda y a largo plazo. Decía Víktor Frankl, que la felicidad es una causa“un efecto secundario y no intencionado de entregarnos a algo más alto, más elevado que nosotros mismos”, y comparto esa visión. Por eso la felicidad no puede ser egoísta, no creo que podamos ser felices solos y sin mirar más allá de nuestro ombligo. Y, desde ese punto de vista, cuando más alta sea esa causa y más fuerte esa entrega, más sólida también será nuestra felicidad.

Así pues, hablar de nuestra felicidad no es tanto hablar de cómo estamos evaluando nuestra vida (“¿eres feliz?, ¿cómo te sientes hoy?”), sino, en un sentido más práctico, qué tipo de experiencias estás teniendo o construyendo. Entonces, y como ejemplifica Paul Dolan en su fantástico libro sobre felicidad, y es tantas veces mi experiencia como coach y consultor en los diferentes talleres que imparto, puede estar contándote alguien sus abundantes experiencias negativas y diarias en el trabajo, sus quejas sobre los clientes, sus jefes, compañeros, o las dificultades que tiene para conciliar o lograr sus objetivos personales, etc, y, en cambio, cuando le preguntas si es feliz (le haces evaluar en términos generales su felicidad), te contesta que sí, pues “trabajar en esa empresa/marca merece la pena”, “es una buena oportunidad para mí”, o “estoy aprendiendo mucho y esto pasará”. Contrapongo, pues, evaluación con experiencia, ambas subjetivas pero diferentes, como se puede ver.

Resumiendo entonces, ¿cómo sabemos que estamos teniendo una vida feliz, un trabajo feliz, una relación feliz? Desde mi concepto práctico de felicidad, cuando el conjunto de experiencias positivas a largo plazo, en las que están presentes el placer-disfrute y el sentido, sean mayores que las experiencias negativas donde incurren el aburrimiento, la desidia, el dolor y el sin sentido.

Cada uno necesitará un equilibro distinto. Unos necesitarán mayores dosis de placer, disfrute y consentimiento – más fácilmente aquellos que rocen el perfeccionismo, el voluntarismo o tengan un alto sentido del deber, a veces algo estoico -; y otros necesitarán dar más sentido a su vida, entregarse a algo importante para ellos, luchar, darse y poner el corazón en algo diferente a ellos mismos, encontrando y ofreciéndose a un motivo que sea verdadera causa de su felicidad.

Ahora te toca a tí decidir, pero antes, ¿dónde te ves más?, ¿de qué crees que careces y sobre lo que necesitas un mayor equilibrio: disfrute o entrega, placer o sentido? Creo que es un buen reto para este comienzo de año. Tomar la decisión de ser más felices, buscar el equilibrio y convertir la elección en acción. ¡Mucho éxito! Nos va en ello nuestra felicidad.

Acerca del autor: Jesús Gallego es Conferencista Internacional y Socio-Director de Capital emocional, España y LATAM

Ligas de interés:

www.conferenciasliderazgo.com

 

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