ESTUDIO DEL MASS GENERAL HOSPITAL IDENTIFICA RELACIÓN ENTRE EL ESTATUS SOCIOECONÓMICO Y EL RIESGO CARDIOVASCULAR
3 de julio del 2021 | por Top Management
∙ Según el Instituto Nacional de Salud Pública de México, en 2017 se registraron 703.047 defunciones en México. En la población general, la principal causa de muerte fueron las enfermedades del corazón (20.1%), seguida de diabetes (15.2%), tumores malignos (12%), enfermedades del hígado (5.5%) y accidentes (5.2%). 1
Una vía biológica que, según se ha descubierto anteriormente, contribuye al impacto del estrés en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, también podría ser la base de la mayor incidencia de dichas enfermedades que experimentan las personas de menor nivel socioeconómico. El informe de los investigadores de Massachusetts General Hospital (Mass General), publicado en línea en la revista Journal of the American College of Cardiology, es la continuación de un artículo publicado en 2017 en la revista The Lancet por algunos de los mismos autores que, por primera vez en seres humanos, vinculó la actividad de la estructura cerebral que responde al estrés, la amígdala, con el riesgo elevado de eventos como el ataque cardíaco y el accidente cerebrovascular.
«Este nuevo estudio identifica una vía biológica potencialmente modificable que contribuye al aumento de la carga de enfermedades cardiovasculares que afecta a los individuos desfavorecidos desde el punto de vista socioeconómico», afirma Ahmed Tawakol, MD, director de Cardiología Nuclear de la División de Cardiología de Mass General, autor principal del trabajo. «Estas observaciones apuntan a un mecanismo que puede ser un objetivo atractivo para futuras terapias destinadas a reducir las disparidades en los resultados de salud».
La mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares entre las personas de menor nivel socioeconómico es bien conocida. Si bien parte de ese riesgo puede atribuirse a factores de riesgo conocidos –incluyendo las tasas de tabaquismo y obesidad, y el acceso limitado a la atención médica –, el mayor riesgo persiste, incluso después de ajustar esos factores, indica que pueden estar en juego otros factores biológicos. El estudio de 2017 utilizó imágenes cerebrales por PET/TC, con un radiofármaco que mide tanto la actividad dentro del cerebro como la inflamación arterial, para definir una vía que conducía desde la activación de la amígdala, a la producción elevada de células inmunitarias, hasta el aumento de la inflamación arterial que resultaba en un mayor riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o angina entre 293 individuos que se sometieron a imágenes cerebrales para la detección del cáncer.
El estudio actual se centró en 289 de los participantes en el estudio de 2017, de los que se disponía de datos que reflejaban su situación socioeconómica, basados en los datos del censo que cubrían sus códigos postales de origen. El análisis del equipo reveló que los individuos de los barrios con menores ingresos familiares o mayores tasas de criminalidad tenían un riesgo significativamente mayor de experimentar un evento cardíaco adverso importante –como un ataque cardíaco, angina inestable, insuficiencia cardíaca o muerte cardíaca – en los cuatro años posteriores a la toma de imágenes. Aunque muchos de los que experimentaron un evento cardiovascular tenían factores de riesgo tradicionales, vivir en un barrio de bajos ingresos se asoció fuertemente con una mayor actividad amigdalar en reposo, una elevada producción de células inmunes y una inflamación arterial. Se observó una asociación similar de esos factores con las tasas de delincuencia del barrio, aunque no fue estadísticamente significativa.
«Estos resultados respaldan la necesidad de tener en cuenta el estatus socioeconómico a la hora de evaluar el riesgo de enfermedad cardiovascular de un individuo y sugieren nuevos enfoques para ayudar a reducir el riesgo cardiovascular entre esos pacientes», afirma Tawakol, profesor asociado de Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard (HMS). «Los múltiples nodos de la vía biológica que hemos definido – los centros de estrés del cerebro, la producción de células inmunitarias y la inflamación arterial – podrían ser, cada uno de ellos, objeto de enfoques de estilo de vida como el sueño suficiente, el ejercicio y la meditación; las estatinas para reducir la inflamación arterial, y los nuevos tratamientos dirigidos a esta vía».
Él y su equipo esperan seguir definiendo esta vía biológica, evaluar las intervenciones que podrían reducir su actividad e investigar la resistencia observada en unos pocos individuos de bajo nivel socioeconómico que presentaban una actividad amigdalar y un riesgo cardiovascular inferiores a la media.
Katrina Armstrong, MD, jefa del Departamento de Medicina de Mass General Hospital y autora principal del artículo del Journal of the American College of Cardiology, afirma: «Estos análisis ponen de manifiesto la increíble oportunidad que tenemos de aplicar los recientes avances en la comprensión de la biología humana para abordar las disparidades en materia de salud». Armstrong es catedrática de medicina clínica en HMS.
Otros coautores son Michael Osborne, de Cardiología de Mass General, Roger Pitman, de Psiquiatría de Mass General, y Paul Ridker, de Brigham and Women’s Hospital. El estudio ha contado con el apoyo de los Institutos Nacionales de la Salud, con las becas R01 HL122177, R01 HL137913, R01 HL128264, R01 HL071021, 1P01 HL131478, T32 HL076136 y KL 2TR002542, y con la beca 18CDA34110366 de la Asociación Americana del Corazón.
1 https://www.insp.mx/avisos/5111-dia-muertos-mexicanos.html