EQUIDAD ENTRE EL TRABAJO Y LA FAMILIA
18 de junio del 2007 | por Lizbeth Toscaza
Frecuentemente resulta difícil atender con la calidad deseada el campo familiar y el laboral. Estos ámbitos de desarrollo y realización para el ser humano han enfrentado una gran transformación a partir de necesidades económicas crecientes en las familias. Lo anterior ha tenido como una de sus consecuencias el hecho que la mujer se incorpore al trabajo productivo fuera del hogar con los mismos horarios y exigencias que los hombres pero con diferencias en cuanto a participación en labores domésticas, sueldos percibidos y posiciones jerárquicas alcanzadas.
Las cifras siguientes pretenden dar un contexto general del problema de la equidad entre la vida laboral y la familiar:
1. Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se calcula que en todo el mundo la proporción de hogares en los que las mujeres son la principal fuente de ingresos asciende al 30% del total.
2. En países desarrollados las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que perciben los hombres y en los países en desarrollo, la relación se reduce a 73 centavos por dólar.
3. Según datos del Proyecto Mundial de Familias Trabajadoras de la Universidad de Harvard, los incrementos en la fuerza laboral femenina entre 1960 y 2000 han sido muy marcados en varias regiones. El porcentaje de la fuerza laboral que está compuesta por mujeres ha pasado entre 1960 y 2000 de 26% a 38% en el Caribe, de 16% a 33% en América Central, de 31% a 46% en América del Norte, y de 21% a 35% en América del Sur. Para el año 2000, 56% de las mujeres del mundo estaban en la población económicamente activa.
4. Ante la inserción de la mujer en el mundo laboral, existe un mayor número de hombres que ejercen las responsabilidades domésticas y de atención a la familia. (En 1998 la población económicamente activa masculina que realizaba trabajo doméstico en sus propios hogares era de 44.4 por ciento y ésta pasó a 57% en 2005). Sin embargo, las proporciones de trabajo doméstico siguen siendo desiguales. Es una realidad que las mujeres en todas las edades y en todos los estados conyugales mantienen tasas superiores a 92 por ciento en cuanto a participación en el trabajo doméstico (9 de cada 10 mujeres hacen trabajo doméstico contra 6 de cada 10 hombres).
5. Según datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO), Las familias monoparentales dirigidas por mujeres ha aumentado. Más de la mitad de los hogares mexicanos (11.6 millones) recibe contribuciones económicas de la mujer. En casi la mitad de ellos (5.6 millones) la mujer es la contribuyente principal, o la única, de los ingresos hogareños.
Las cifras podrían continuar en una larga lista, pero ¿qué es lo que hay detrás de ellas y qué implican para la sociedad de nuestro país?
Dada la importancia de la guía de los padres en la educación de los hijos, será necesario evaluar qué impacto está teniendo en el desarrollo de los niños(as) y adolescentes, el hecho de contar con figuras maternales y paternales presentes esporádicamente o incluso ausentes, como sucede en las siguientes situaciones:
Las mujeres que trabajan fuera del hogar y al mismo tiempo desempeñan gran parte de las tareas domésticas y familiares, tienen en la práctica dos turnos laborales, con horas extra incluyendo días festivos y vacaciones. Sumando a ello, el cuidado de los familiares enfermos y adultos mayores.
Ante una situación de divorcio (en México, uno de cada 13 matrimonios termina en divorcio y en el Distrito Federal, uno de cada ocho(1)) o en casos de madres solteras, frecuentemente las mujeres asumen el papel de sostén económico principal para sus dependientes. Aunado a este hecho, en México es poco factible encontrar trabajos de medio tiempo, horarios flexibles o jornadas comprimidas que permitirían un mejor balance con la vida familiar. Lo cual obliga en muchas ocasiones, a delegar el cuidado de los hijos a familiares o conocidos.
En una gran cantidad de empresas persiste una idea tergiversada del “trabajador ideal” que presenta características tales como: que él o ella anteponga su «carrera profesional» frente a todo, que el eje de su vida gire en torno al trabajo, capaz de dedicar extenuantes jornadas para adaptarse al ritmo del mercado mundial, que ajuste su vida personal a la laboral y que no esté coartado por obligaciones familiares que reclamen su dedicación a ellas. Este estereotipo es discriminatorio tanto para las mujeres como para los hombres con responsabilidades familiares.
Resulta interesante ver cómo la percepción sobre el trabajo y la familia no han cambiado al mismo ritmo con el que se ha transformado el mundo laboral. Esta situación lleva a una dualidad entre el trabajo y la familia (o la vida personal) que puede impactar negativamente en la productividad; ya que constantemente está latente en el trabajador la preocupación por la familia mientras se desempeña la jornada laboral y viceversa, generando así una incapacidad para compaginarlas. Llegando incluso a originar terminaciones laborales con altos costos para las empresas.
Efectos de una escasa conciliación entre la vida familiar y la laboral
Los conflictos para conciliar el trabajo y la familia se presentan cuando las presiones del medio hacen que trabajo y familia no sean compatibles en algún aspecto y se da cuando el tiempo utilizado en una de las dos funciones impide destinar tiempo a la otra. Y cuando se dan altos niveles de tensión y carga en el cumplimiento de las actividades en uno de estos entornos, lo que a su vez afecta el desarrollo en el otro (2).
Las consecuencias negativas de estos conflictos trabajo-familia tienen como resultado un mal desempeño en la función parental, tensión psicológica, ansiedad, irritación frecuente, depresión, estrés laboral y diversos problemas psicosomáticos. La dificultad de la ejecución de múltiples actividades no sólo afecta a las personas, sino también a las empresas. La insatisfacción con el trabajo, el menor desempeño y compromiso con la organización, junto a mayores niveles de ausentismo y rotación, pueden ser efectos derivados de las tensiones provocadas por desempeño simultáneo de los papeles laborales y familiares.
Pedro Camacaro en su libro “Factores de riesgo laboral psicosociales” define el estrés ocupacional como una respuesta general de adaptación ante las diferentes demandas del medio cuando estas se perciben como excesivas o amenazantes para el bienestar e integridad del individuo. El estrés en el lugar de trabajo se puede detectar fácilmente, pues se presenta con síntomas como poca disposición a asumir responsabilidades, quejas numerosas sin presentar soluciones, falta de relación personal con los compañeros, dificultad para realizar tareas comunes, llegar tarde y salir temprano, dolor de cabeza, gastritis, aumento de numero de accidentes y fallas, distracciones, entre otros.
A manera de una primera conclusión, es indudable que para tener una sociedad sana se necesitan individuos integrados y familias sanas que constituyan el pilar de todas las sociedades del mundo.
La conciliación laboral con la familiar y viceversa es ya una preocupación internacional que ha llevado a los países desarrollados y en vías de desarrollo a proponer en los congresos, políticas y acuerdos que permitan esta conciliación.
En el siguiente número abordaremos algunas de las políticas y propuestas públicas y privadas que en México se han desarrollado dirigidas hacia la reconciliación de la vida familiar y la laboral.
(1) Bertha Mari Rodríguez, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
(2) Irma Arriagada